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250 veces Gargallo

En la victoria de este domingo ante Bahía Basket, Lucas Gargallo llegó a 250 partidos vistiendo la azul y oro en la Liga Nacional de Básquet.

Para los fieles del básquet, esos que alientan en la Bombonerita o sufren delante de una pantalla cuando el equipo va de visitante, Lucas Gargallo honra el número 12 que viste. Aguerrido, tenaz, creció en las divisiones formativas del club, debutó en el máximo nivel a los 18 años y hoy, con 24, acaba de cumplir 250 partidos que lo posicionan entre los cinco basquetbolistas boquenses con más presencias en la Liga Nacional.

Computadas sus planillas de los triunfos ante Gimnasia de Comodoro, el último jueves, y Weber Bahía, este domingo, Gargallo suma 1.447 puntos, 684 rebotes, 466 asistencias, 50 tapas y 171 robos.

Lucas es un luchador no sólo dentro de la pista. A los 17, cuando volvía de representar a nuestro país en un Mundial de la categoría, le detectaron diabetes, una complicación seria para desarrollar una actividad deportiva de elite. “Mi viejo (Mario) me vio en Ezeiza y se sorprendió por lo flaco que estaba. Yo llegué a pesar 110 kilos, era corpulento, y con la enfermedad bajé como 30. El doctor David Severino descubrió que tenía diabetes. Ya venía con síntomas, dolores en las piernas, diarrea, cansancio… Con esfuerzo, mucha ayuda de mi familia (sus hermanos Sebastián y Diego también han sido basquetbolistas) y control en las comidas, lo pude manejar para que no perjudicara mi carrera”, cuenta el alero minutos antes de iniciar un entrenamiento.

La alimentación pasó a ser un tema clave de su preparación, como las prácticas y el descanso. “Evito casi todas las harinas: panes, pastas, pizzas… Mi comida más habitual antes de los partidos es pollo con arroz. Tengo que cuidarme con el azúcar y los postres. Antes quizá me excedía con algunos dulces, por ejemplo los alfajores, y ahora paso de largo, apenas algunos helados especiales”, explica.

En una competencia donde la mayoría de los jugadores cambia de colores casi todas las temporadas, Gargallo ha logrado una identificación con Boca y aspira a mantenerla: “Me encantaría quedarme. Estoy muy cómodo, mi novia (Carolina) trabaja en el club, vivo en San Telmo y me puedo venir caminando…”.

No duda a la hora de elegir un partido inolvidable: “El de la permanencia con Echagüe (3 de junio de 2017). Boca no se podía ir al descenso, no nos entraba en la cabeza. La cancha estuvo llena como nunca y habernos salvado fue un gran alivio. Esa noche me marcó”.

En el orden individual, menciona a Ronaldo Córdoba y Juampi Fernández como entrenadores (“presentes en gran parte de mi carrera”) y a Maxi Stanic, Adrián Boccia y Lucas Pérez como compañeros (“me enseñaron mucho”). Ve NBA, pero aclara que es “otro deporte, el único que se nos parece algo en el estilo, aun sin Manu, es San Antonio”. En torneos internacionales se ha cruzado Jahill Okafor (New Orleans), Jabari Parker (Washington) y Mario Hezonja (New York).

Confía en que Boca disponga del plantel completo para los playoffs. Destaca la buena convivencia con Eric Flor, Bruno Sansimoni y Roquez Johnson, sus vecinos en el edificio: “Bruno se ocupa de los asados, Eric de los mates”. Revela que es poco futbolero, aunque acompaña a su novia -fana en serio- cuando va a la Bombonera. Lindo privilegio para la piba: ir a la cancha con el Número 12.