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"Una doctora me dijo que no iba a crecer más pero seguí adelante..."

Luciano Acosta, en su primera nota, cuenta su vida y obra desde que llegó a Boca a los 13 años y lo que sufrió cuando no pegaba el estirón: "Trato de aprovechar otras cosas y voy al gimnasio para estar fuerte. Esto es un sueño". Y muestra sus tatuajes.

“Es mi primera nota. Esto me pone más nervioso que jugar en la Bombonera”. Luciano Acosta, ese petiso atrevido, encarador, guapo, que deslumbró en el verano y aparece cada vez más afianzado en la Primera de Boca, confiesa que esto de las entrevistas es nuevo en su vida pero sabe que llegó la hora de la presentación formal ante el hincha. Y, por eso, con una sonrisa, se entrega a la charla para repasar su vida desde que llegó al club a los 13 años, desde Comunicaciones, con sueños de un tamaño que no caben en su cuerpo de 1,60 metro.

Producto genuino del semillero, Lucho debutó frente a River en Mar del Plata y ya desde su primer contacto con la pelota exhibió sus credenciales. Sin temor para gambetear y con personalidad para afrontar partidos de alta gama, Acosta mostró en Primera las cualidades que se le conocían en el Fútbol Amateur. Lo que le falta de estatura lo suple con mucha habilidad y velocidad. En Inferiores le tocó vivir a la sombra de Leandro Paredes, el crack de la categoría, pero este inolvidable 20014 le abrió la cancha casi por casualidad, primero por la salida de Paredes a Italia y luego por la lesión de Iván Colman, lo que lo hizo pasar de la pretemproada de Reserva a la de la Primera. “Carlos me vio un día y me pidió que me cambiara a la Reserva, fui al otro día, y me llamó Marcelo Herrera para la Primera”.

“Empecé jugando por jugar, como todo chico que le gusta el fútbol… Iba para divertirme, mis padres me llevan y juegan para ganarse un trofeo”, relató el jugador. También jugó en su barrio, de ahí trae el gen de potrero y la gambeta del baby fútbol. “Lo más lindo que hay es jugar en el barrio”, recuerda con emoción aquéllas épocas. La realidad es que Lucho pensó muchas veces en colgar los botines, le costaba encontrar un lugar bajo la sombra de Paredes, se le abrían pocas chances pero siguió adelante. “A veces me venían los bajones y quería dejar pero siempre tenía a mi familia apoyándome para seguir adelante. Se complicaba, pero había que seguir luchándola hasta que se de”. Y ahora que es una realidad, lo ve a distancia con una sonrisa: “Es un sueño que siempre tuve de chico y yo lo iba a cumplir”.

Y en sus últimas presentaciones contra Estudiantes y Olimpo, al cabo, la gente lo endulzó. En el Facebook oficial, que visitan más de 4.500.000 de hinchas, lo eligieron como el mejor jugador de esos partidos, reconociendo su aporte. “Para mi es un sueño que me elijan figura de dos partidos ya”. Puertas adentro también es muy querido. En el vestuario lo llaman Enano y suele escuchar los consejos de los más grandes. “Siempre tratan de aconsejarme, y de decirme las cosas bien y yo las tomo muy bien. Sé quiénes son, qué ganaron, y yo trato de tomar los consejos y llevarlos a la cancha o a la vida cotidiana”.

Bianchi, paternal en el trato, lo quiere llevar de a poco pero le concedió algunos elogios. Y el pibe no se la cree: “Que Carlos Bianchi me tenga en cuenta también es como un sueño para mí, y que hable muy bien de mí me pone muy contento, me da más ganas de seguir, de salir al otro día y jugar mejor, de seguir entrenando. Me ponen muy contento sus palabras”.

A Acosta lo guían, lo llevan bien, lo miman y lo aconsejan y él cumple ese mismo rol con sus excompañeros de vestuario, los chicos de la Cuarta y de la Reserva, a quienes visita a diario. “Hablo todos los días con ellos y a veces me cruzo de vestuario con los chicos de la Reserva”, contó. ¿Qué les dice? “Les mando mensaje a los que están en Cuarta y les digo que no hay que aflojar, que tarde o temprano les puede tocar, que aprovechen las oportunidades porque, la verdad, son muchas las oportunidades que nos dan y que le sigan dando para adelante”.

Jugar con la camiseta era un sueño y sin embargo todavía le cuesta creerlo. Jugó frente a River con el 10 en la espalda. En el torneo es titular y ya compartió cancha con Riquelme. Lo dirige Bianchi. Así lo vive: “Nervios siempre hay… Estás jugando en Boca, el club más grande del mundo”. De hecho, con River no pudo dormir, ni a la noche ni en la siesta. “Me levantaba a cada rato. No lo podía creer, los llamaba a cada rato a mis viejos para ver si era verdad o no. Pero una vez que entre a la cancha traté de dar lo mejor”.

El purrete de 19 años es chiquito y viene en envase XS con sus 160,8 centímetros de estatura. “Trato de aprovechar otras cosas que no me dio la estatura”, lo comenta y lo demuestra con firuletes, desfachatez y una espalda ancha que sirve para aguantar la fricción. “Los defensores son bastante grandes, el miércoles me tocó Furios y era muy grande”. Pero su medida no es una barrera: “No hice tratamientos pero una vez fui a una doctora y me dijo que no iba a crecer más así que dejé de medirme y de pensar en eso, y me dediqué a lo mío. Trato de aprovechar otras cosas y voy al gimnasio para ponerme bien físicamente”.

Y tiene orden de prioridades a la hora de contar cuáles son sus referentes: “Tevez, Román y después viene Messi”. El pibe mantiene contacto con el ídolo de Boca que juega para la Juventus: “Siempre hablo a través de mi representante con Carlos y él me apoya en todo, es muy buena persona y me manda saludos desde allá”.

Acosta compartió por primera vez la cancha con su ídolo en el último partido ante Olimpo en la Bombonera, ya que contra Estudiantes, cuando Riquelme entró ya había salido del campo. Y fue la primera de tantas que se vienen. En la cancha el 10 lo alienta y lo trata con cariño, “Román acá me da muchos consejos y trato de aprender de él, siempre me alienta para que vaya para adelante y para que esté ahí, al lado de él. Es todo un sueño para mí, nunca me imaginé jugar al lado del mejor y que se me cumpla así tan rápido es muy emocionante”.

En su familia bostera están todos muy contentos. “La primera camiseta fue para mi familia, tengo una de cuando ganamos un torneo en México y estoy armando mi museo”. Además de coleccionar sus glorias, le gustan los tatuajes. “Empecé con mis dos primeros tatuajes que son los nombres de mi mamá y mi papá. Me los hice para mi cumpleaños, hace dos años y son en árabe porque mi mamá no me dejaba tatuarme los nombres de nadie, ni de mis hermanos. Entonces fui y me los hice en árabe y cuando llegué a mi casa, le dije a mi mamá que era amor y paz. Y ahí la zafé, hasta que después sí le dije la verdad. El siguiente fue la pelotita con el “Todo llega”, es una frase que me acompaña siempre. Me lo hice esperando el debut y por la vida, y todo llega a su debido tiempo, cuando tiene que llegar. Después me hice esta frase “Amo lo que tengo y lucho por lo que quiero”, más adelante le agregué el papiro. También es parte de la vida y del fútbol. Y, él más reciente, es la fecha del debut debajo de la pelota. Dolió mucho ahí”. ¿El próximo será Román, Tevez o Messi? “No se puede, mamá no me deja, pero capaz que en árabe los meto”.